San Antonio es una ciudad, mmm, como decirlo, especial dentro de una categoría menos que importante. Explicar aquello es aún más difícil, esta zona del centro de Chile, no funciona en torno a Absolutos, sino más bien al término medio, en lenguaje coloquial, medio pelo. Se encuentra ubicada al centro de un país, que está a miles de kilómetros de lo que podríamos decir mundo desarrollado, aunque no demos cuenta de aquello. Contextualizemos, como país, brillamos en este extremo del continente Americano, por obra y desgracia de nuestros vecinos que no es mucho lo que aportan para el progreso en la región. Ante ese escenario, el país opta por desmarcarse y ofrece un perfil macroeconómico, acorde a los estándares que acomodan a los inversionistas extranjeros, lo que no percibimos es que éste figurar es de manera anecdótica, exótica si se quiere. Chile es un punto que se diluye en esta joven América. Si esta visión es un poco pesimista, falta dar una mirada a la fauna local. Dentro de las ciudades de este país, no figura San Antonio, ni siquiera como ciudad satélite de la gran urbe metropolitana, no nos alcanza ni siquiera para capital Regional, honor que posee Valparaíso, ciudad que además luce como título, Patrimonio de la Humanidad. Ante eso que se puede hacer. Nuestro peso a nivel nacional y regional es nulo, mediáticamente no existimos, no figuramos, no somos atractivos. Los medios de comunicación nos ignoran. A modo de ejemplo, el informe meteorológico emitido diariamente por los canales de TV, debemos contentarnos de que el tiempo que se anuncie en Valparaíso, será el que tendrá San Antonio, no existe interés por incluir un par de caracteres más en pantalla que recuerde al resto del país que San Antonio existe al menos en el mapa sinóptico.
La distancia media entre estas dos grandes urbes en la zona central de nuestro país, es por decir lo menos fatal. Obviamente los enclaves de poder que gobiernan esta larga faja de tierra, no se nutren de materia prima, a la hora de reclutar personajes que guien los destinos de este país, ya sea a nivel nacional, regional, es más desconfian de nuestras capacidades y nos imponen autoridades exportadas de otras partes del país a nivel local, no será como mucho. Esta postergación que abarca todas las áreas imaginables, pasando por las más importantes, como la económica, productiva, educativa, cultural, etc, etc. Ha hecho de esta zona un ciudad digna de un estudio sociológico a nuestra gente acerca de como nos comportamos y relacionamos en grupo. La ciudad huele a fomedad, a estancamiento, a depresión. Es difícil ver el presente y el futuro con optimismo, si basta leer un poco de la historia de la ciudad para darse cuenta que el dicho “todo tiempo pasado fue mejor” se cumple a cabalidad, la ciudad tenía más vida antes, y lo pero no se ve por donde revertir esta situación. Me rompe el corazón y a la vez me irrita, ver como la oportunidad que los pueblos depositan en las nuevas generaciones, en nuestro caso no resulta, no es practicable, nuestra juventud emigra a las grandes ciudades, llámense Valparaíso y Santiago, para satisfacer ese espíritu de superación que los inunda, la razón pueden ser varias, han vivido toda su infancia en un lugar monótono, claro, de ese hecho han reparado una vez que han salido de la región a estudiar o trabajar. Las ventajas comparativas con otra ciudades claramente no nos favorecen. Los que no han abandonado San Antonio por este motivo, han sido obligados a hacerlo, el campo laboral es muy limitado. Si alguien quiere surgir y crecer profesionalmente, debe irse, esa es una verdad más grande que un buque, y vaya que sabemos de buques grandes. La bohemia que tanto se recuerda en el puerto, esta en franca decadencia, esta se circunscribe a Lolleo y solamente los días viernes y sábado, con locales que no se distinguen en nada el uno del otro, y donde nuestra gallada, busca distracción.
Ha esta desmejorada posición de nuestra ciudad en la fauna de este país, se suma que las comunas cercanas, como Santo Domingo, Cartagena, El Tabo, El Quisco y Algarrobo, están dispersas territorialmente por nuestro litoral. A pesar de compartir los mismos problemas funcionan de manera independiente, siendo inexistente algún rasgo de identidad local, que funcione como un todo. Las comunas que limitan esta provincia, como lo es Santo Domingo y Algarrobo, responden a una realidad social que mucho difiere a la nuestra, es más ven un interés claro en desmarcarse de San Antonio y funcionar como unidad propia. Algo similar hace nuestro país en el contexto Sudamericano en relación a los otros países de la región. Esta actitud de aislamiento entre pueblos de una misma identidad fundada en la misma tradición histórica y tradición cultural, a la larga trae la exclusión del progreso de nuestros pueblos en el caudaloso río de la globalización.
Volviendo a San Antonio, no existen autoridades a nivel local que logren un consenso acerca de cómo abordar esta situación de estancamiento, es tan poca la identidad con el terruño, que sus habitantes entregan el voto popular al primer forastero que se presente en su portal. Nuestros diputados aportan lo que pueden, senadores ni soñar con alguno de esta zona. Si hasta de gobernador nos imponen un forastero, para fogearlo en política.
“Pueblo chico, infierno grande” es otro dicho popular que calza perfecto con la realidad Sanantonina, las divisiones y odios, se sienten en cada rincón donde se encuentren más de dos personas desarrollando cualquier tipo de actividad. Las relaciones interpersonales basadas en la envidia y el individualismo, sumandos a la ineptitud y el cero interés del gobierno central en dar oportunidades de progreso sustentables en el tiempo, tiene sumido a San Antonio en este letargo, status quo, del cual no se divisa una salida cercana.
A pesar que la caletita, como despectivamente llamaban los porteños a nuestro puerto, a través de un sistema de licitaciones mediante la cual empresa privada se adjudico la administración de los muelles de atraque, colocó sorpresivamente en la década de los noventa a San Antonio como primer puerto de Chile, y por estos días de la cuenca sudamericana, desplazando al puerto peruano del Callao. Estos títulos que a la larga no han significado nada para el desarrollo para nuestra gente. Como ejemplo, se prefiere traer mano de obra calificada desde otras ciudades. La riqueza y el progreso de nuestro país desfila por nuestras narices y para colmo nos provoca problemas de tráfico en nuestra única gran arteria, como es Barros Luco.
Son muchos los temas que me hacen desviarme de un análisis objetivo, ver en perspectiva los hechos y los problemas que empantanan nuestra zona, es complicado. Formo parte de esta ciudad y me siento orgulloso, a pesar que mis padres no son nacidos en esta tierra, siento cariño por ésta y me molesta de sobremanera, nuestra forma de enfrentar como ciudad los desafíos que nos imponen los tiempos. Veo con pavor como pasa el tiempo y las oportunidades no se generan. Esa falta de liderazgo, esa cuota de caudillismo, no se ve en ningún personaje de este pueblo. Solo veo peleas inconducentes, ambiciones que se nutren de este estancamiento, funcionarios públicos que personifican la palabra burocracia. Un rotar de autoridades, de cuoteos políticos, que si al menos ayudarán en algo se justificarían. Nos estancamos en eternas peleas de egos entre personajes de medio pelo, que en vez de sumar, solo merman la poca capacidad de lograr acciones en beneficio de este puerto. Nuestra capacidad de crítica destruye cualquier atisbo de idea, nadie cree en nadie, la desconfianza y temor provinciano nos hunde cada día más o si se quiere decir de otra manera, nuestra capacidad como ciudad cohesionada están almacenadas en alguno de los tantos almacenes extraportuarios esperando ser desconsolidado. Duele decirlo, pero otro punto a tomar en cuenta, es la imperancia de la ley del mínimo esfuerzo en nuestro quehacer diario, “no hagas lo que pude hacer otro”, parecen ser las máximas que rigen a la mayoría de nuestros conciudadanos, y si se esta al alero del servicio público el problema se multiplica por dos. Es puede deberse al problema depresivo que nos invade por todas partes, pero no es excusa suficiente. Nuestro querido Puerto alguna vez denominado Rojo, fue brutalmente acallado y reprimido por el gobierno militar, que para variar desde Tejas Verdes se encargó de limpiar el país de cualquier intención de oponerse la en ese entonces pronunciamiento militar. Sería injusto culpar a estos desgraciados sucesos toda la culpa de nuestra situación actual como ciudad, pero sin duda es un punto importante a considerar, ya que según mi opinión se socavaron las bases de sana convivencia, la confianza, lealtad, y otros tantos valores fueron de a poco dejados de lado, el compromiso social, el bien común por sobre intereses individuales se fueron extinguiendo hasta casi desaparecer de estos lares. Los círculos se cerraron, todos sabían lo que sucedía en el país en ese entonces, pero el silencio se apoderó de nosotros. La advertencia tuvo tintes de aleccionamiento para el pequeño y testarudo puerto, con la sangre de nuestros estibadores firmamos tácitamente la capitulación, y nos terminamos sometiendo al igual que el resto del país. Desde ese momento nadie confió en nadie, y fuimos tejiendo un realidad colectiva de que esa era la mejor manera de enfrentar nuestro destino, la acción se transformó en reacción, sin estímulo externo no funcionábamos, los resultados están ante nuestros ojos, solo marcamos el paso. El gobierno central a través de sus diversas reparticiones se encargan de mantener a la zona estable dentro de su gravedad. Las condiciones para un cambio de actitud social, entiéndase como la agrupación de todas las organizaciones sociales de que involucre a todos los sectores productivos de la zona en una sola dirección, dentro de un dialogo constructivo, no están dadas, para nuestra desgracia. La generación que llevará a nuestra ciudad a un progreso sustentable en el tiempo, para dulce beneficio de nuestra propia gente, hijos de esta tierra y forasteros anclados este puerto, francamente está tomando aires proféticos, esos que ocurren una vez cada miles de años. Mientras tanto esparemos que el día a día carcoma lentamente nuestras fuerzas y esperanzas de una mejor ciudad. Por lo pronto la depresión sigue galopante por nuestras calles, es de esperar que se tropiece en uno de los tantos hoyos existentes.
La distancia media entre estas dos grandes urbes en la zona central de nuestro país, es por decir lo menos fatal. Obviamente los enclaves de poder que gobiernan esta larga faja de tierra, no se nutren de materia prima, a la hora de reclutar personajes que guien los destinos de este país, ya sea a nivel nacional, regional, es más desconfian de nuestras capacidades y nos imponen autoridades exportadas de otras partes del país a nivel local, no será como mucho. Esta postergación que abarca todas las áreas imaginables, pasando por las más importantes, como la económica, productiva, educativa, cultural, etc, etc. Ha hecho de esta zona un ciudad digna de un estudio sociológico a nuestra gente acerca de como nos comportamos y relacionamos en grupo. La ciudad huele a fomedad, a estancamiento, a depresión. Es difícil ver el presente y el futuro con optimismo, si basta leer un poco de la historia de la ciudad para darse cuenta que el dicho “todo tiempo pasado fue mejor” se cumple a cabalidad, la ciudad tenía más vida antes, y lo pero no se ve por donde revertir esta situación. Me rompe el corazón y a la vez me irrita, ver como la oportunidad que los pueblos depositan en las nuevas generaciones, en nuestro caso no resulta, no es practicable, nuestra juventud emigra a las grandes ciudades, llámense Valparaíso y Santiago, para satisfacer ese espíritu de superación que los inunda, la razón pueden ser varias, han vivido toda su infancia en un lugar monótono, claro, de ese hecho han reparado una vez que han salido de la región a estudiar o trabajar. Las ventajas comparativas con otra ciudades claramente no nos favorecen. Los que no han abandonado San Antonio por este motivo, han sido obligados a hacerlo, el campo laboral es muy limitado. Si alguien quiere surgir y crecer profesionalmente, debe irse, esa es una verdad más grande que un buque, y vaya que sabemos de buques grandes. La bohemia que tanto se recuerda en el puerto, esta en franca decadencia, esta se circunscribe a Lolleo y solamente los días viernes y sábado, con locales que no se distinguen en nada el uno del otro, y donde nuestra gallada, busca distracción.
Ha esta desmejorada posición de nuestra ciudad en la fauna de este país, se suma que las comunas cercanas, como Santo Domingo, Cartagena, El Tabo, El Quisco y Algarrobo, están dispersas territorialmente por nuestro litoral. A pesar de compartir los mismos problemas funcionan de manera independiente, siendo inexistente algún rasgo de identidad local, que funcione como un todo. Las comunas que limitan esta provincia, como lo es Santo Domingo y Algarrobo, responden a una realidad social que mucho difiere a la nuestra, es más ven un interés claro en desmarcarse de San Antonio y funcionar como unidad propia. Algo similar hace nuestro país en el contexto Sudamericano en relación a los otros países de la región. Esta actitud de aislamiento entre pueblos de una misma identidad fundada en la misma tradición histórica y tradición cultural, a la larga trae la exclusión del progreso de nuestros pueblos en el caudaloso río de la globalización.
Volviendo a San Antonio, no existen autoridades a nivel local que logren un consenso acerca de cómo abordar esta situación de estancamiento, es tan poca la identidad con el terruño, que sus habitantes entregan el voto popular al primer forastero que se presente en su portal. Nuestros diputados aportan lo que pueden, senadores ni soñar con alguno de esta zona. Si hasta de gobernador nos imponen un forastero, para fogearlo en política.
“Pueblo chico, infierno grande” es otro dicho popular que calza perfecto con la realidad Sanantonina, las divisiones y odios, se sienten en cada rincón donde se encuentren más de dos personas desarrollando cualquier tipo de actividad. Las relaciones interpersonales basadas en la envidia y el individualismo, sumandos a la ineptitud y el cero interés del gobierno central en dar oportunidades de progreso sustentables en el tiempo, tiene sumido a San Antonio en este letargo, status quo, del cual no se divisa una salida cercana.
A pesar que la caletita, como despectivamente llamaban los porteños a nuestro puerto, a través de un sistema de licitaciones mediante la cual empresa privada se adjudico la administración de los muelles de atraque, colocó sorpresivamente en la década de los noventa a San Antonio como primer puerto de Chile, y por estos días de la cuenca sudamericana, desplazando al puerto peruano del Callao. Estos títulos que a la larga no han significado nada para el desarrollo para nuestra gente. Como ejemplo, se prefiere traer mano de obra calificada desde otras ciudades. La riqueza y el progreso de nuestro país desfila por nuestras narices y para colmo nos provoca problemas de tráfico en nuestra única gran arteria, como es Barros Luco.
Son muchos los temas que me hacen desviarme de un análisis objetivo, ver en perspectiva los hechos y los problemas que empantanan nuestra zona, es complicado. Formo parte de esta ciudad y me siento orgulloso, a pesar que mis padres no son nacidos en esta tierra, siento cariño por ésta y me molesta de sobremanera, nuestra forma de enfrentar como ciudad los desafíos que nos imponen los tiempos. Veo con pavor como pasa el tiempo y las oportunidades no se generan. Esa falta de liderazgo, esa cuota de caudillismo, no se ve en ningún personaje de este pueblo. Solo veo peleas inconducentes, ambiciones que se nutren de este estancamiento, funcionarios públicos que personifican la palabra burocracia. Un rotar de autoridades, de cuoteos políticos, que si al menos ayudarán en algo se justificarían. Nos estancamos en eternas peleas de egos entre personajes de medio pelo, que en vez de sumar, solo merman la poca capacidad de lograr acciones en beneficio de este puerto. Nuestra capacidad de crítica destruye cualquier atisbo de idea, nadie cree en nadie, la desconfianza y temor provinciano nos hunde cada día más o si se quiere decir de otra manera, nuestra capacidad como ciudad cohesionada están almacenadas en alguno de los tantos almacenes extraportuarios esperando ser desconsolidado. Duele decirlo, pero otro punto a tomar en cuenta, es la imperancia de la ley del mínimo esfuerzo en nuestro quehacer diario, “no hagas lo que pude hacer otro”, parecen ser las máximas que rigen a la mayoría de nuestros conciudadanos, y si se esta al alero del servicio público el problema se multiplica por dos. Es puede deberse al problema depresivo que nos invade por todas partes, pero no es excusa suficiente. Nuestro querido Puerto alguna vez denominado Rojo, fue brutalmente acallado y reprimido por el gobierno militar, que para variar desde Tejas Verdes se encargó de limpiar el país de cualquier intención de oponerse la en ese entonces pronunciamiento militar. Sería injusto culpar a estos desgraciados sucesos toda la culpa de nuestra situación actual como ciudad, pero sin duda es un punto importante a considerar, ya que según mi opinión se socavaron las bases de sana convivencia, la confianza, lealtad, y otros tantos valores fueron de a poco dejados de lado, el compromiso social, el bien común por sobre intereses individuales se fueron extinguiendo hasta casi desaparecer de estos lares. Los círculos se cerraron, todos sabían lo que sucedía en el país en ese entonces, pero el silencio se apoderó de nosotros. La advertencia tuvo tintes de aleccionamiento para el pequeño y testarudo puerto, con la sangre de nuestros estibadores firmamos tácitamente la capitulación, y nos terminamos sometiendo al igual que el resto del país. Desde ese momento nadie confió en nadie, y fuimos tejiendo un realidad colectiva de que esa era la mejor manera de enfrentar nuestro destino, la acción se transformó en reacción, sin estímulo externo no funcionábamos, los resultados están ante nuestros ojos, solo marcamos el paso. El gobierno central a través de sus diversas reparticiones se encargan de mantener a la zona estable dentro de su gravedad. Las condiciones para un cambio de actitud social, entiéndase como la agrupación de todas las organizaciones sociales de que involucre a todos los sectores productivos de la zona en una sola dirección, dentro de un dialogo constructivo, no están dadas, para nuestra desgracia. La generación que llevará a nuestra ciudad a un progreso sustentable en el tiempo, para dulce beneficio de nuestra propia gente, hijos de esta tierra y forasteros anclados este puerto, francamente está tomando aires proféticos, esos que ocurren una vez cada miles de años. Mientras tanto esparemos que el día a día carcoma lentamente nuestras fuerzas y esperanzas de una mejor ciudad. Por lo pronto la depresión sigue galopante por nuestras calles, es de esperar que se tropiece en uno de los tantos hoyos existentes.
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