miércoles, septiembre 28, 2005

Por las tierras de Ño Pedro
(O Huaso por donde me miren)
No conocí amor de abuela, mis dos viejecitas fallecieron antes que yo naciera, con el abuelo paterno, la verdad fue muy poco el contacto, el vivía en el campo, porfiado y acampado el putamadre, quiero pensar que por mis venas corre sangre campesina. Ese viejo me hizo tantos tíos y a su vez estos tantos primos que la verdad perdí la cuenta, están todos desparramados por la región del libertador y algunos no los conoceré nunca. Nunca hemos sido muy apegados en la familia, no recuerdo más de tres veces de haber ido a visitar a la parentela a Pupuya, Navidad, El Manzano, y otras localidades. Era toda una odisea, sobre todo para un pequeño que estaba acostumbrado a ver todas las casas, una al lado de la otra. El clan estaba separado por kilómetros y kilómetros, pero ellos insistían que era ahí no más, digno de agregarla a las grandes mentiras, ese ahí no más era mínimo una hora caminando por lomas y caminos polvorientos que parecían no terminar nunca. Las primas allá no eran como las niñitas que yo conocía en la ciudad, eso si que no, sin perder su femineidad eran fuertes y duras en el trato, la verdad yo parecía un señorito a su lado. Gustaba de ir a jugar y pasear por los alrededores con la Sandra y la Martita. Recuerdo una vez que tuvimos que atravesar como una quebrada no muy profunda, el punto es que había que cruzar por un tronco, esto no representaba gran problema para ellas que lo hicieron rápidamente mientras la vergüenza urbana de primo evaluaba las posibilidades de éxito, mamón por donde se le mire. Bajo el tronquito en cuestión se encontraba un mar de zarzamora que por esos lares crece como maleza, no es muy difícil adivinar lo que sucedió después. No fue ni al principio ni casi al llegar al otro lado, sino en medio. Como agravante a esta embarazosa situación fue que el pastel andaba con el tonto chaleco de lana, a tirones mis primas lograron salvarme de ese mar de espinas, afortunadamente mi chaleco antizarza me protegió de rasguños peores, al costo que éste quedo inutilizable. En la casa de Ño Pedro mi abuelo no había luz, al atardecer toda la familia se reunía a la luz de la vela en una descomunal cocina. Era entretenido escuchar la conversación de los adultos y sus historias llenas de fantasía que hacían las delicias de este aprendiz de huaso. El despertar era con las primeras luces del día, el baño matutino era en una vertiente que corría cerca de la casa, no recuerdo agua más pura que esa, claro que el golpe de frío que te daba a las ocho de la mañana era potente, todo era al aire libre no más pos gancho. Con los animales la verdad que la experiencia no fue de las mejores, las gallinas eran más agresivas de lo habitual, los gansos abrían sus alas y me seguían por el inmenso patio, eso sí nunca perdí de vista al carnero, era un traicionero que te daba el empeñon en el momento menos pensado, a ese lo mantuve a raya, los caballos hicieron las delicias de este visitante, la verdad que no me daría pena si pasaron a mejor vida como charqui. Uno me tiró a las espinas mientras desmontaba, aterricé de la manera más indigna sobre a esas alturas mi pesadilla, la zarzamora. El otro para no ser menos me expulsó de su lomo huesudo (no recomiendo montar a lo indio pehuenche o sioux, a puro pelo), este caballo chúcaro me dejó tendido viendo verticalmente su elegante galopar. Con los animales todo malo. Igual la pasé bien en esos días que estuve en ese paraíso, fue lo más cerca que pude estar con mi abuelo, conocí primos que seguro no veré más, era divertido, caminar por esos polvorientos caminos y cada vez que nos encontrábamos con un futre hacíamos una reverencia como saludo y no era raro encontrar que ese personaje constituía parte de la familia. Claro que el remate fue pésimo, el día de pascua el niño se le ocurrió jugar con fósforos para emular los inexistentes fuegos artificiales, antes de que por torpeza quemara todo el bosque que me rodeaba una fuerza o tontera superior hizo que uno de esos palitos de cabeza roja se pegara a mi dedito anular provocando una quemadura de primer grado que acompaño todo ese maldito verano con curaciones diarias por parte de mi propia madre, que en cada sesión se cobraba cada diablura previa. No hay como el campo, uno se adapta a él o se muere en intento, hoy mi abuelo ya no está, las tierras se vendieron. Hoy solo me queda recordar que en esas lomas nació y se crió mi padre así como gran parte de mi familia paterna. Y que un pequeño dejó un trocito de su corazoncito, fue como vivir en comunidad, con lonco incluído, el abuelo Pedro, Ño Pedro. Me voy cantando un tanguito mejor (en honor a Doc)"Te acordas hermano que tiempos aquellos…"

11 Comments:

At miércoles, septiembre 28, 2005 9:36:00 p. m., Blogger Unknown said...

Notable relato viejo, me agrado la visión de contar tus aventuras campestres de niñez, aunque al igual que me pasó cuando lei "monologo de molly bloom" de Joyce, NUNCA EXTRAÑE TANTO UN PUNTO APARTE!!!. jajaja

Como alguna vez dijo mi abuelo: "si un niño pasa la menos un tiempo en el campo, por ningún lado saldrá tarado ni debilucho".

Suerte viejo perro y espero leer pronto algun otro relato y quizás alguna cosilla que nos cuentes sobre como va tu proyecto para el país.

Chaulin

 
At jueves, septiembre 29, 2005 10:46:00 a. m., Blogger Unknown said...

jajaja no era para achacarse jajaja, si es por eso, mi ORTOgrafia es para que me suicide jajaj.

A veces, al igual que Joyce, la idea de no poner puntos apartes es dejar que la historia fluya tal como va saliendo, como simulando el proceso de pensamiento, solo que por escrito.

Saludos viejo perro.

 
At jueves, septiembre 29, 2005 1:49:00 p. m., Blogger franco said...

Éjale Gancho.....
Se perfectamente lo que UD. ha escrito mi amigo.
Yo soy del campo, de Limache, nací ahí y ahí he vivido siempre.
La vida en el campo es linda, pero su gente es extraña...no sé si me entiendes. Son desconfiados para con los citadinos, y tienen actitudes bastante extrañas con el hombre urbano.
Ahora hay una riqueza cultural inmensa en tu relato... en esas historias acompañadas de odiseas fantásticas. podríamos coordinar un posteo con la gran cultura que entregan los dichos campesinos, verbi gracia, "No por mucho madrugar se amanece más temprano", hay una inmensa riqueza cultural detrñas de estos adagios populares....
Te saludo y me alegro por tus ancestros campesinos..
Cuidate Daniel.... gran post.

 
At jueves, septiembre 29, 2005 3:00:00 p. m., Blogger . said...

Lindo....yo soy Talquina y el campo me mata... lo adoro...

Te invito a leer una historia en mi blog, un poco larga, pero no aburre...

Koalitta

 
At viernes, septiembre 30, 2005 12:21:00 p. m., Blogger Paitoca said...

Uf!, tenía listo el comentario y lo borré.....plop!.
De nuevo:
bonitos recuerdos, yo también tuve un par de veranos parecidos. Tengo familia paterna en Hualañé y materna en Huentelauquén. Tampoco recomiendo montar "a pelo", el dolor en las pompis (uhy! que siútico..ja!) es horrible, además uno queda con piernas de alicate...jajajaja!
Me hiciste recordar un montón, un abrazote Daniel.

 
At viernes, septiembre 30, 2005 10:24:00 p. m., Blogger Paula B. said...

Total!!

Viva el campo... y así que con parientes en la región del libertador?? Yo me lo paso entre Rengo y Rancagua cuando estoy de vacaciones.

Notable relato.

Y bueno, un beso y un abrazote enorme y gracias por los apapaches del otro dia... los sentí.

Feliz Finde!!

Paly Messer

 
At sábado, octubre 01, 2005 12:40:00 p. m., Blogger Marlencita... conquistando el universo said...

Puta que me gusta el campo!!! me encantaría vivir ahí... onda como la "pequeña casa en la pradera" uff!! pero cada día que pasa se aleja más y más esa posibilidad

 
At sábado, octubre 01, 2005 1:48:00 p. m., Blogger lunática said...

Son lindos tus recuerdos, asi también como son muy fotograficos

 
At domingo, octubre 02, 2005 1:20:00 a. m., Blogger Pablillous said...

yo vivi en el campo de los 7 a los 8 años..todo me gustaba de esa vida ..menos las levantadas de madrugada, ni encariñarse con animales que mas temprano que tarde terminarian en la mesa del comedor...
me encantaba ordeñar las vacas..

abrazos

 
At domingo, octubre 02, 2005 4:29:00 p. m., Blogger Pau said...

Me gustó mucho este post porque describes muy bien lo que viviste en tu infancia y además rescatas lo bueno del campo.
Saludos.

 
At miércoles, mayo 02, 2007 6:34:00 p. m., Anonymous Anónimo said...

Hoy tengo mas de 50 años y cada vez que recuerdo mi niñez Pupuya esta ahi,es mi inicio, son mis raices.... hoy lejos de mi tierra, lejos de mi gente la recuerdo, hoy vivo en una gran ciudad, llena de gente, llena de edificios y no conozco a nadie, hace 50 años en Pupuya nos sbiamos el nombre de todos y sabian todos el mio. Viva Pupuya , viva Chile desde Colombia

 

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